Respiración y rendimiento deportivo.

Daniela Mor

August 13, 2024

Respiración y rendimiento deportivo.

Daniela Mor

August 13, 2024

Hace aproximadamente 4 mil millones de años, los primeros organismos celulares en la Tierra desarrollaron la capacidad de "comer aire" para producir energía. En ese entonces, la atmósfera estaba compuesta principalmente de dióxido de carbono (CO₂). Estos organismos aprendieron a usar el CO₂ para obtener energía, y como producto de este proceso, liberaban oxígeno como desecho metabólico.

Dos mil millones de años más tarde, la cantidad de oxígeno en la atmósfera era tal que una bacteria tuvo que aprender a utilizar este gas para generar energía, liberando CO₂ en el proceso. Así nació el primer ciclo de la vida aeróbica. Lo sorprendente fue que el oxígeno permitía producir hasta 16 veces más energía que el dióxido de carbono. Este descubrimiento impulsó la evolución de los organismos aeróbicos, que se hicieron cada vez más grandes y complejos, hasta llegar al Homo sapiens, capaz no solo de generar energía para vivir, sino también para nadar, correr, montar bicicleta y escalar montañas.

Podemos sobrevivir meses sin comer, semanas sin beber agua, pero solo unos segundos sin respirar. En promedio, respiramos 600 millones de veces a lo largo de nuestra vida, lo que equivale a unas 20.160 respiraciones al día. Sin embargo, ¿cuántas veces lo hacemos de manera consciente? ¿Realmente sabemos cómo utilizar la respiración a nuestro favor?

Comprender el funcionamiento de la respiración y entrenar su eficiencia mediante diversas técnicas es una de las herramientas más poderosas que tenemos para mejorar nuestro rendimiento deportivo.

1. Respiración Celular: El motor de nuestra energía
El oxígeno que inhalamos es esencial para producir energía dentro del cuerpo. Los alimentos que consumimos contienen macronutrientes como carbohidratos, proteínas y grasas, que se descomponen en moléculas más simples dentro del organismo para generar ATP, la principal fuente de energía utilizable por nuestras células. Este proceso ocurre dentro de las mitocondrias, las pequeñas centrales energéticas presentes en cada célula.

Las mitocondrias pueden producir energía de diferentes maneras, pero el método más eficiente depende del suministro constante de oxígeno. La buena noticia es que tanto la cantidad como la eficiencia de las mitocondrias pueden mejorarse con el ejercicio. El entrenamiento de fuerza aumenta la cantidad de células musculares, mientras que las actividades aeróbicas incrementan el número de mitocondrias por gramo de tejido, promoviendo la biogénesis mitocondrial, el proceso mediante el cual las mitocondrias defectuosas se reemplazan por otras más eficientes.

2. Respiración Nasal: El filtro natural del cuerpo
La nariz es la primera línea de defensa del cuerpo. Filtra, limpia y climatiza el aire que inhalamos, lo que facilita que los pulmones extraigan más oxígeno de cada respiración. Además, respirar por la nariz es la única forma de producir óxido nítrico, una molécula clave que:

i) Inhibe el crecimiento de patógenos como bacterias, hongos y virus, optimizando el sistema inmunológico.
ii) Actúa como vasodilatador, ensanchando los capilares sanguíneos.
iii) Aumenta la oxigenación arterial, lo que permite que la sangre transporte entre un 10 % y un 20 % más de oxígeno en comparación con la respiración por la boca.
¿Cómo entrenarlo? Comienza respirando exclusivamente por la nariz durante los entrenamientos en zonas de baja intensidad (Z1 o Z2) y por periodos cortos. A medida que te adaptes, aumenta gradualmente la duración y la intensidad. Aunque al principio puede ser incómodo, los beneficios para el rendimiento deportivo son impresionantes después de unas semanas de adaptación.

3. Técnicas de Hipoventilación: Entrenando la sensibilidad al CO₂
Cuando hablamos de respiración, a menudo enfatizamos la importancia del oxígeno, pero rara vez consideramos el papel fundamental del dióxido de carbono (CO₂). Este gas no es solo un subproducto de la respiración que debe ser eliminado; tiene un rol crucial en la regulación de la respiración y el rendimiento deportivo.

La necesidad de respirar no está determinada únicamente por la falta de oxígeno, sino principalmente por el aumento de CO₂ en el cuerpo. Los quimiorreceptores, neuronas situadas en el tronco encefálico, monitorizan constantemente los niveles de CO₂ y O₂, así como los cambios en el pH sanguíneo, y envían señales al cerebro para ajustar la frecuencia respiratoria.

Lo sorprendente es que podemos entrenar la sensibilidad de estos quimiorreceptores para que reaccionen de forma más eficiente ante las fluctuaciones de CO₂, sin activar la "alarma" del cuerpo. ¿Cómo hacerlo? Con técnicas de hipoventilación, respirando de acuerdo con las necesidades metabólicas y optimizando la eficiencia del sistema respiratorio.

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